Vida y Practica

Profeta en medio del pueblo

Monseñor Romero estuvo muy cerca del pueblo a tráves de sus incontables visitas pastorales, como parte de su carisma personal, con frecuencia celebraba dos o tres misas diarias en diferentes comunidades de la ciudad, los pueblos y los cantones.

Donde lo invitaban, allá iba, no perdía oportunidad de reunirse con la gente, especialmente con los más pobres. A Monseñor Romero le gustaba trabajar en equipo, dialogando con todas las personas, buscaba escuchar todas las opiniones y no marginaba a nadie. Así creó muchos comites y equipos de trabajo. Monseñor Romero puso la Arquidiócesis al servicio de la justicia y de la reconciliación en el país. En muchas ocasiones se le pedía ser mediador de los conflictos laborales; creó una oficina de defensa de los derechos humanos, abrió las puertas de la Iglesia para dar refugio a los campesinos que venían huyendo de la persecución en el campo, dió mayor impulso al semanario Orientación y a la radio YSAX. Monseñor Romero celebraba todos los domingos la Eucaristía en La Catedral metropolitana de San salvador capital El Salvador. El momento de la homilía era muy esperado por toda la gente, el pueblo reconoció en su voz, la voz de un profeta. 

 En sus homilías Monseñor juzgaba los hechos de la semana a la luz de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia. Domingo a domingo, Monseñor denunciaba las injusticias y hacía vehementes llamados a la conversión, su palabra era para muchos motivo de consuelo y de esperanza.

A pesar de la claridad de su predicación, Monseñor, como Jesús, fue calumniado, le acusaron de incitar a la violencia y de ser el causante de todos los males de El Salvador. Pero nunca jamas de los labios de Monseñor salió una palabra de rencor y de violencia, su mensaje fue claro, no se cansó de llamar a la conversión y al diálogo para solucionar los problemas del país. De las calumnias pasaron a las amenazas a muerte. Monseñor Romero sabía muy bien el peligro que corría su vida. A pesar de ello dijo que nunca abandonaria al pueblo. Y lo cumplió, su vida terminó igual que la vida de los profetas y de Jesús. Fué asesinado el 24 de marzo de 1980 mientras celebraba la Misa en la Capilla del Hospital La Divina Providencia. Su muerte causó mucho dolor en el pueblo y un gran impacto en el mundo, de todos los rincones llegaron muestras de solidaridad con la Iglesia y el pueblo salvadoreño. Él mismo dijó que si moría resucitaría en el pueblo salvadoreño. Efectivamente, año con año mucha gente lo recuerda y celebra el aniversario de su martirio.

El asesinato de Monseñor Romero es un hecho que conmovió al mundo entero, por el papel tan fundamental que, como Pastor de la Iglesia Católica, estaba jugando en la búsqueda de una solución a los graves problemas que El Salvador estaba sufriendo al momento de su asesinato y, además, "por ser el más importante defensor de los derechos humanos que El Salvador ha tenido a lo largo de toda su historia". Monseñor Romero se había destacado durante sus años como Arzobispo de San Salvador, como el principal elemento de denuncia pública y contención a la represión que azotaba al país durante esa época, represión que era ejecutada por los escuadrones de la muerte en coordinación con agentes del Estado, miembros del ejército, etc. Siendo precisamente ese papel jugado por Monseñor Romero lo que le originó una grave persecución por las fuerzas militares y por los detentadores del poder público, persecución que también se tradujo en atentados en contra de su vida de parte de agentes del Estado en coordinación con escuadrones de la muerte, los cuales operaban a vista y paciencia y con la complicidad y colaboración del Estado en aquella época.
 
 

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